Estoy pegado con loctite (ó Estoy pegado con no se pueden decir marcas). (Proximamente el cartel ilustrando)

Obra de teatro en cuatro actos.  

El cartel que la anuncia presenta un muro y el suelo de una calle con 9 folios blancos tirados, cinco superponiéndose unos a otros en desorden, dos aparte igualmente uno encima del otro y los dos restantes sueltos. También unos mechones de cabellos por aquí y por allá, algunos sobre los folios otros no. 

A la izquierda, en el muro, está uno de los monos de Nikko, el que se tapa la boca junto a un cuarto y novedoso mono con los colores lgbt que se tapa la nariz. Y en la pared una pintada señala +1,5 con el título “Estoy pegado con loctite”. 

 

Sinopsis 

Acto 1 (25 minutos)

Se ve un museo, tres cuadros, dos de los visitantes se acercan a un cuadro y mientras uno se pega el otra pinta +1,5 en la pared. Inmediatamente después, el revuelo, un coronel retirado los increpa mientras la mujer lo trata de retener. Otra persona les dice que tranquilos y le acerca la silla del vigilante de sala por si quiera descansar, ve al activista algo estresado 

El público se ha dividido en dos, una mayoría que rechaza a los activistas y una minoría, pero bastante representada que tratan de entenderlos. 

Los vigilantes de seguridad cuidan la distancia entre las partes y los activistas mientras llaman a la policía. 

El argumento desbroza seis personalidades, cuatro en contra y dos a favor. Los porqués de sus respectivas posturas mezcladas con aspectos de sus vidas personales –perfiles-prototipo que nos rodean en la España de hoy-. Puntos cómicos y dramáticos se mezclan en los diálogos y voces en off. 

El acto termina cuando suenan las sirenas de la policía y se los llevan. 

La contemplación, la serenidad, la sensibilidad hacia los activistas deben quedar patentes. Así como la superficialidad, la falta de creatividad, la imitación. Por otra parte la inercia del desarrollismo en la autodestrucción del planeta. Inconsciencia, falta de equilibrio.

 

Acto 2 (25 minutos) 

Se ve una calle con cartelería iraní.   

Un grupo de mujeres y un joven alzan la voz y se cortan el pelo en una calle de Teherán. A su alrededor hay seis transeúntes. 

Cuatro se posicionan en contra, uno de ellos incluso quiere lanzarles una piedra, a ese lo retiene otro de los dos paseantes que se muestran a favor. 

Comienza un diálogo/debate entre los seis y los cuatro manifestantes. De rechazo, de protesta, de aceptación. De sus distintos sentidos de moral/ética y de tolerancia y libertad.

Todos desaparecen cuando suenan las sirenas de la policía. Solo los cabellos permanecen. 

La inviolabilidad de las leyes, la religión, las normas sociales, la intolerancia deben quedar patentes. Pero también las influencias de Occidente, el deseo de una mayor permisividad no contradictoria con principios éticos o lo espiritual/trascendental. 

  

Acto 3 (25 minutos) 

Esta vez es una calle en Beijing, aquí son nueve las personas distintas que en un momento determinado sacan folios en blanco y empiezan a protestar sobre las medidas anticovid de Xi Jimping. 

Desde una ventana una persona los increpa gritándole las consignas del régimen para que se vayan a sus casas. 

Aquí son nueve frente a uno, pero éste parece tener una autoridad y una fuerza de la que carecen los que protestan.

El acto termina cuando suenan las sirenas de la policía y en la calle ya sólo quedan 9 folios blancos por el suelo.

El autoritarismo frente al deseo de libertad para poder rechazar las imposiciones sociopolíticas y religiosas.   

 

Acto 4º (25 minutos) 

Un presentador de la televisión catarí se burla de la selección alemana de futbol. 

Acto seguido un futbolista con la camiseta de la equipación alemana hace notar su punto de vista con el gesto, ya icónico, y ahora enfatizado por la burla. 

Al futbolista alemán se van sumando los de otros equipos qué, en solidaridad, desde los límites del poder del dinero/lobbies/FIFA -qué deben quedar claros- demuestran no estar de acuerdo.  

A medida que sus equipos van perdiendo, en su despedida, van sumándose a la protesta. Destapando en esa última hora los jugadores su posicionamiento en contra. 

Hasta que llega la Final. En ese momento empiezan a sonar de nuevo las sirenas. 

El perdedor se suma a los demás aún con las sirenas de fondo. 

Pero el ganador va más lejos rechazando la copa ante el ruido de sirenas y aplausos a la vez aumentando en intensidad.  

Una vez más deben quedar patentes los valores de tolerancia y respeto al otro frente a la intransigencia.

 

 


 

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